El
gusto por los espléndidos trajes, los ricos adornos y por las joyas y piedras, fue importado de Asia, de allí
pasó a Grecia y de ésta a Roma. Los griegos, vecinos próximos de Asia,
estuvieron más expuestos al contagio del lujo y a la vida refinada, para
después sucumbir como Imperio.
Alejandro
Magno participó del gusto persa, y parece que su manto estaba bordado en oro y
ricas joyas y llevaba el cuello cubierto totalmente de piedras preciosas. El
lujo entre los romanos se inicia en la conquista de Macedonia. Tanto las
piedras preciosas, el oro, las perlas, la plata, las sedas, las ricas y
sofisticadas esencias, así como la púrpura y la escarlata del voluptuoso
Oriente y de la lejana Africa, fueron reunidos dentro de los muros de Cartago,
y provocaron en los austeros romanos nuevos gustos, nuevas sensaciones, nuevos
placeres y despertando en ellos una insaciable sed de riqueza, comparable solo
al afán de dominación y de gloria que les caracterizaba.
Las
conquistas, suscitaron en el pueblo romano el interés por el lujo y la
magnificencia y el arte de emplear las riquezas. Se dice que data de aquella
época el origen de tanta suntuosidad de los romanos, quienes sobrepasaron en
exageración más que en buen gusto.
Hubo una
primera colección de joyas que se conoció con el nombre de Dactylotheca.
Durante mucho tiempo no existió sino esa, hasta que apareció una muy superior.
Esta colección estaba formada por rubíes, topacios, diamantes, esmeraldas,
ópalos, ónices, gran número de anillos, sellos, brazaletes y cadenas de oro de
un exquisito trabajo. Estas joyas se caracterizaban por su gran brillo y
magnitud, y era sin lugar a dudas la más rica y lujosa colección proveniente de
los príncipes vencidos por los romanos.
El
emperador romano tenía un manto bordado en oro y joyas que se decía había
pertenecido a Alejandro. Estas maravillas eclipsaron al pueblo romano, sin
embargo el lujo y el esplendor de las joyas de Mitridates superaron todo lo
conocido hasta ese momento. La diadema y la funda de la espada del vencido monarca,
estaban totalmente revestidas en pedrería.
El lujo una
vez introducido en Roma hizo rápidos progresos. Pieles de Sicilia y tapices de
Babilonia, ambas de las riberas del Báltico al Danubio, y aromas de oriente
eran importados a cambio de oro y plata y pedrería.
A pesar de
los edictos con que trató de reprimir la locura de los vasallos, César era un
entusiasta coleccionista de piedras preciosas, vasos cincelados, estatuas,
pinturas, etc., especialmente de obras de antiguos artistas famosos. La casa
del Emperador Nerón tenía paredes de nácar con incrustaciones de oro y piedras
preciosas. En los grandes juegos instituidos por este se regalaban billetes que
eran premiados con pájaros, vasos de varias clases, trigo, oro, plata, perlas,
piedras preciosas y pinturas.
Heliogábalo
usaba sandalias con incrustaciones de pedrería de gran valor, y nunca lucía dos
veces el mismo par.
Calígula
construyó barcos enteramente en madera de cedro con las popas revestidas de las
más bellas piedras preciosas. El manto del Soberano estaba bordado en hilos de
oro y enjoyado en piedras preciosas, y hasta su caballo predilecto, hacía sus
paseos cubiertos con mantillas de púrpura y collar de perlas.
En el
reinado de Antonino fue el momento en que se llegó al mayor exceso de lujo y
suntuosidad tanto en edificios, jardines, muebles, banquetes y joyas de todas
las clases.
Cuando el
furor por estas últimas llegó a su máximo esplendor, ya no bastó para satisfacer
la vanidad de sus nobles, dueños del mundo, la calidad de las piedras y su
trabajo de orfebrería, sino que también era importante su ilustre origen. Un
anillo, un vaso o una diadema de perlas, era preciso que por su genealogía
ascendiesen hasta la mismísima Cleopatra…
¿Qué
opinión te merece la suntuosidad por la riqueza de esta época?